El otro día vi un reel de casualidad que mostraba a una chica que dedicaba unas palabras al 24 de diciembre, con fragmentos de vídeo reales donde llora delante de la cámara, no sé qué opino sobre eso. Sé que yo sería incapaz, bastante me cuesta llorar a moco tendido delante de alguien.
Eso lo dijo Pau Donés en su última entrevista Jordi Évole, algo así como que no hay gesto más valiente que ese, aunque se tache de lo contrario: mostrarse así de débil y blandito, sin armas ni escudo, ante otra persona es heróico.
El vídeo expresaba de manera descarnada lo que siente mucha gente cuando llegan estas fechas y lo dolorosas que resultan para algunos. Supongo que esto solo lo sabe el que lo vive así.
Siempre he adorado la Navidad con todo lo que significaba. Hasta que, un día, aquello que le daba sentido y era un motivo para celebrar cosas, dejó de existir. Veo a la mayoría de gente desarrollando una absoluta fobia a mediados de diciembre, aguantando la respiración hasta el 7 de enero. Como si no pudieran tomar aire hasta entonces.
Pero no solamente eso, sino que todos ellos se tragan entre vino y polvorón, aquello que les enfada, les duele o que echan de menos. A veces creo que, con el ritmo que llevamos por la vida, siempre llega un momento donde nos paramos a pensar en todo lo que somos y lo que éramos, incluso siendo positivo el famoso balance, viviendo como adultos, hemos perdido muchas piezas del puzzle por el camino y es inevitable ignorarlo. Es más, creo que tampoco es sano hacerlo.
Forzar una situación irremediablemente triste y convertirla en alegre, es una manipulación emocional tremenda hacia uno mismo. No todo lo que duele o da miedo creo que haya de superarse (¿superarse? qué manía con superar cosas). Todo eso también forma parte de nosotros, dice de todo sobre nuestra historia de vida.
Sentirse agradecido por muchas cosas no sustituye que otras muchas te duelan profundamente y aceptar eso, al menos a mí, me deja bastante tranquila. Puedes vivir en paz una situación y te haga polvo al mismo tiempo.
Hay corazón de sobra para sentirlo todo.
La nostalgia, como dice mi madre, es una putada con una parte preciosa implícita, solo es el recuerdo de cuando fuiste muy feliz. Es un homenaje grandísimo a quien formó parte de eso y a la persona que fuiste en ese momento. ¿Qué hay de malo en sentir eso?
No quiero transformar nada, quiero que lo que me hace ilusión, se mantenga, estar abierta siempre a lo bueno que me dé la vida y también entristecerme por lo que perdí y no va a volver.
Coño, esta soy yo. Esto forma parte de mí.
Nunca dejaré acordarme cada día y cada Navidad de mi abuelo, no quiero dejar de hacerlo, con las consecuencias que sean. Evitar ese dolor, me duele todavía más.
Yo me pregunto, si las Navidades son odiosas para muchos, ¿por qué seguimos celebrándolas cada año? Supongo que en las mejores y peores familias, tú te plantas en la mesa sin soportar a tu cuñado porque a tu madre le hace feliz que estés. Te toca tu prima en el amigo invisible y caes en que ni siquiera sabes qué le ha pasado últimamente ni cuál es su color favorito y haces un poco de autocrítica, que tampoco viene mal. En los mejores casos, te das cuenta de que la Navidad, tal y como la vives, no va a ser eterna todos los años y que quedan menos así. En los mejores casos también, donde has disfrutado de verdad con una familia estupenda, echas de menos a alguien y ese hueco es insoportable, pese a tener un niño precioso al lado abriendo un LEGO.
Pienso que cada uno de esos esfuerzos, por pequeños que sean, tan solo vestirte ese día y pintarte los morros, aunque lo que más te apetezca sea meterte en la cama hasta la mañana de reyes, no solo es un ejercicio de gratitud enorme por los que ya no pueden comer fruta escarchada y dátiles, o el simple hecho de soportar al cuñao de turno o las preguntas incómodas sobre tu vida que a nadie le importan (en realidad) es siempre por alguien, para no disgustar, para no entristecer más de lo que ya apena sentarse en esa mesa tan bonita.
Quizás los regalos sean un pequeño aliciente para endulzar, como las bolas de colores, una realidad difícil de digerir. Parece que el motivo de tanta luz es un intento de alumbrar, en realidad, la época más triste del año para la mayoría.
Un pequeño recordatorio de la suerte que tienes, aunque todo vaya mal.
Un homenaje a esas personas.
Un ‘aún seguimos aquí nosotros y tenemos suerte por ello’.
Solo es un empujón a final de año donde la nostalgia se hace totalmente física en unos días concretos que intensifican todo lo que va siendo, con el tiempo, tu vida y un parón forzado que te obliga a pensar. Joder, qué mínimo que comer rico y tener algún regalo. Ni siquiera todo el mundo tiene eso.
Pero siempre, siempre, por muchas tristeza que haya de por medio, es una exaltación del AMOR, en mayúsculas.
Uno prepara la comida de Navidad que hacía su madre e invita a toda su familia, no se acuerda de la receta, pero lo consigue.
Dos lleva la camisa que su abuelo solía ponerse en esas fechas.
Tres ofrece su casa y se encarga de la cena, se emociona brindando y dedicando el choque de copas a sus padres.
Cuatro quiere despertarse el día de reyes y omitir todo esto, pero se junta con los suyos.
Cinco hace un esfuerzo inmenso por mantenerse entero hasta pasar por la antigua casa familiar, rompe a llorar y luego disimula.
Seis va llorando todo el camino a casa de su madre y se pone corrector antes de entrar para que se no se dé cuenta.
Siete se encarga de la cena de todos, aunque no soporte a la mayoría, solo porque a su abuela le hace ilusión ver a toda la familia junta.
Ocho sabe que quedan menos Navidades de las que ha vivido junto a sus padres y se ahogan los tres en gintonics compartidos.Amor, amor y solo amor. Universal, transformador y eterno.
Amor del que más cuesta, cuando sangras y te duele.
Pero, en definitiva, AMOR.
A por 2023, familia.
Me encanta esa foto con tu abuelo :)
Yo formo parte de ese grupo que, no le hace mucha ilusión la navidad, pero lo hace por los demás.
También me molesta mucho tener que estar más feliz que nunca solo "porque es navidad", supongo que todos, al final, nos sacrificamos por amor al prójimo.
Te quiero.